Historia de la Peluquería Canina

Si repasamos la historia ya tenemos precedentes de un uso incipiente de la estética canina desde los principios de la civilización, aunque sin el empleo de preparados cosméticos y sólo en algunas razas que adquirieron, por uno u otro motivo, relevancia, ya sea religiosa o social.

Por ejemplo, en el Antiguo Egipto, en que uno de sus dioses, Anubis (Dios de la muerte y de los muertos) era representado por la figura de un chacal o de un perro del desierto, la estética se dedicaba simplemente al mantenimiento del manto del perro, liberándolo de parásitos e insectos.

En China, el Pequinés, de propiedad exclusiva del emperador y considerado ya como perro de compañía es sometido a limpieza y acicalamiento por miembros de la corte destinados a tal fin.

Para el resto de las razas era la naturaleza la que ejercía de “peluquero canino”. Matorrales, zarzas, arbustos, etc. ejercían su función arrancando el pelo muerto de razas destinadas al trabajo, a la caza o a la guarda de propiedades, ya que vivían en el exterior.

Podemos considerar que la actual técnica de hand stripping (arrancar el pelo del perro) no hace más que emular al proceso natural que, en aquellos tiempos, ejercía la vegetación.

Apareció, en Europa, la figura del “mozo de ralea” , el cual se dedicaba al cuidado, desparasitación y alimentación de los ejemplares empleados en las monterías, como puede comprobarse en grabados de la época de Alfonso XI.

Es en la Edad Moderna (siglos XV al XVIII) cuando el perro empieza a tener la condición de animal de compañía, sobre todo entre la realeza, y conviviendo en palacios y castillos.

Podemos citar como ejemplos el Shih Tzu, en China, puesto de moda con la entrada de la dinastía Tsing, y que requería grandes cuidados en su pelaje, haciéndose cargo de sus cuidados miembros especializados de la corte imperial.

Comienza a ponerse de moda el peinarlos, perfumarlos e incluso vestirlos. Tal vez fueron los perfumes los primeros cosméticos utilizados de forma regular en el mundo canino.

Es en la Francia de finales del siglo XVII, durante el reinado de Luis XV, cuando el Caniche, el Poodle, perro oficial de la corte francesa, con su pelo acordonado, es sometido al que consideramos primer “arreglo” especial de peluquería.

De ese tiempo hay referencia de la aparición de los primeros salones de peluquería y de los primeros estilistas caninos: “Los Demoiselles”.

El cuidado y la belleza de los animales domésticos se hace necesario y la figura del peluquero y de la peluquería canina va consolidándose en la sociedad.

La “necesidad” de poseer perros mejores y más bellos que los del resto, hace mella en la clase burguesa deseosa de demostrar signos externos de riqueza, poder, exclusivismo y ostentación. Y sus perros son parte de ello. En la segunda mitad del siglo XIX aparecen las primeras exposiciones caninas.

La especialización, el conocimiento del mundo del perro, la calidad, es la clave del éxito. En los últimos 15 / 20 años han irrumpido con fuerza las empresas que fabrican, que cubren todo el proceso productivo, que se asesoran por auténticos profesionales de la peluquería canina, que apuestan e invierten esfuerzo, tiempo y dinero en este sector.

Autor: MIGUEL A. SOLER FONTANA


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